Muchas veces me he sentido atrapada por un mundo caprichoso que se aferra a que hagas sólo lo posible y cuando no lo notas ya lo estás desafiando alcanzando lo imposible. Muchas veces, también, creí que amor era un verbo que encerraba sólo cosas hermosas, me equivoqué. Pensé que llorar tenía que ser una costumbre y por suerte descubrí que no es necesario hacerlo, que no vale la pena y que te salen arrugas. Imaginé un mundo perfecto que paralelamente convertía el mundo de alguien más en imperfecto y ahora ya no lo quiero por eso. Oí muchas cosas, pero no las escuché y siento que fue lo mejor. Ví tantas imagenes, pero no alcancé a observarlas, por lo menos me tranquiliza que no estén atacandome en la mente. Probé un sin fin de sabores que olvidé cuando uno nuevo tocaba mi lengua. Toqué más texturas que cualquier persona, estoy segura, y es de lo único que me arrepiento. Porque de un tiempo para acá mandé tantas cosas a la basura, y muchas de todas estas veces siento que ya no soy la misma. Bailé, canté, reí, y muchos pero muchos más verbos hice. Besé, amé, odié y odio todavía, y lo seguiré haciendo y no me disgusta. Y por suerte el mejor verbo volver: volví y volvere siempre porque en mi vida los caminos siempre vuelven al mismo lugar. Tantas veces sentí un ángel y lo lastimé y ahora de verdad es mi amigo. Y fui terca, atrabancada y orgullosa, y algunas cvosas todavía lo soy, pero soy más paciente, por lo menos estoy dispuesta a esperar (un verbo que no conocía). Pero lo mejor de todo es que lo que de ahora en adelante escuche, toque, vea, prube o huela me llevaran justamente a donde quiero estar en el camino de regreso a todos los verbos que me gustan, y me llevará por siempre a volver.
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