Marx Weber dijo alguna vez: “La razón es un instrumento, es una jaula de hierro. Otros lo interpretaron como una jaula de oro, mientras siga siendo jaula, aunque sea de oro, nunca dejará de ser una prisión. Personalmente me considero una persona demasiado racional, poco sentimental y con un alto nivel de frialdad para enfrentar al mundo y critica, como nadie, para enfrentar situaciones, claro sin olvidar que soy, además, escéptica, no creo en la gente, y seguramente me cuesta creer que alcanzaremos eso que muchos llaman: “la felicidad eterna”, por qué, se preguntarán, es una respuesta simple para mí, porque para alcanzar la felicidad eterna, necesitamos, antes, llegar a un amor eterno, a una estabilidad eterna, y a una satisfacción personal, que ni Cristo, en sus tiempos logró conseguir, aunque se me eche encima la iglesia. Pero el problema va más allá quizá jamás lleguemos a ese punto deseado porque somos demasiado humanos diría Nietzhe y como humanos cometemos errores, inventamos religiones, hacemos fiestas y un sin fin de distractores que nos llevarán, seguramente, del lado opuesto de dicha felicidad a la que tanto perseguimos y como sombra se nos escapa. Rara mi entrada del día de hoy, qué curioso tengo mucho sin escribir y reinauguro con algo tan extraño, tan acorde con mi pésima personalidad. El día de hoy estuve a punto de deprimirme porque cuando yo era niña soñaba demasiado y fui creciendo e hice de este instrumento de la imaginación mi pasatiempo favorito, pero en una persona altamente racional esto sólo te quita el tiempo y te distrae de cosas realmente relevantes como pensar. Y he tratado de compartir mi tiempo en dos grandes cosas: soñar y pensar, pensar y soñar; y ambas son pasatiempos fantásticos que se convierten en problemas cuando me atacan y no me dejan ver que lo más importante es vivir el momento, ¡Ja ja!, como libro de auto superación, pero no quiero vivir estos momentos de incertidumbre, por qué si no creo en la gente soy tan estúpida de creer en sus promesas, si vienen de la misma cosa, de la misma masa pensante, del mismo cerebro malévolo que planea cómo me harán la vida imposible. Sé que a veces suelo fantasear demasiado, y sé que, propiamente, no debería creer en esas promesas, pero mi pregunta es ¿Por qué no?, sí cuando yo hago una promesa se convierte en una premisa sagrada, para mí, no se ni cómo le voy a hacer, pero sé que la cumpliré. Ya estoy diciendo muchas tonterías, y lo peor, estoy haciendo reclamos que no vienen al caso y ni siquiera tengo el valor de hacerlos de frente cuando puedo hacerlo. En fin, piensen más es el consejo que les doy atrévanse a existir es la única forma de pasar por este mundo dejando una huella, si es que quieren dejarla, y si no, pues ¿Para qué están viviendo?, recuerden a Descartés: “Dudo luego pienso, pienso luego existo” |
