Si yo fuera árbol sería feliz. Con mis raíces estaría segura de no tener que cambiar de lugar, de vivir siempre anclada a la misma tierra. Si fuera un árbol no me importaría el tipo que fuese: frutal o no, maderas finas, gordo, alto, feo o bonito, pues no tendría espejos que me acomplejen ni gente que me critique, y sí así fuera no me daría cuenta. Sí yo fuera árbol estaría rodeada de tierra, de flores quizá, de hojas, de pasto, no de dinero o coches, envidia y poder. Si ese fuese el caso sería soporte de ramas, mismas que estarían llenas de nidos que albergan vida y no dolor, tristeza y orgullo. Sí fuera un árbol cambiaria junto con el tiempo no en contra de el; mi imagen dependería de las estaciones del año, no de la moda. Sí mi vida fuera como la de un árbol los demás no fueran indispensables, con agua y sol sobreviviría, pues de eso trata esa vida de sobrevivir, pero nunca dejas, nunca olvidas y nunca tienes que volver a empezar. Ser árbol me hubiera ayudado a disfrutar las cosas simples de la vida, cosas que damos por normales y en la naturaleza tienen su complejidad. Tendría tiempo, espacio, ganas o quizá no me preocuparía por eso. Sí fuera un árbol no me tuviera que ir a ningún lado, no tendría que desear nada, no tendría que amar… a nadie, pero ese detalle es lo que me hace ser feliz de no ser un árbol.
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